Historia de zombies I

Siguen escuchándose los aullidos y gemidos, los he oído toda la noche, sé que nos han encontrado y sólo me queda una bala en el viejo revolver. Creí que la bodega del centro comercial sería un lugar seguro... estaba equivocado.
Desde hace dos semanas no hemos visto a ninguna persona... ninguna normal. Tengo miedo, miedo de que seamos los últimos.
Clara está dormida, yo hago guardia, me relaja un poco poder verla dormir; tan hermosa, tan tranquila. Hace un mes yo podía dormir tan placidamente como ella, particularmente después de hacerlo con ella. No sé que hubiera hecho si el día que comenzó toda esta mierda no la hubiera encontrado.
Gracias a ella sigo con vida, no me he dejado abatir por la perdida de amigos y familiares porque lo más importante —ella— está a mi lado. Es una chica ruda, me ha salvado de ser mordido varias veces.
Se escuchan ya los golpes en la puerta de la bodega, están aquí, no tardaran en entrar. Clara se agita en sueños, le acaricio el cabello para relajarla, le susurro al oído que todo está bien, que siga durmiendo.
De verdad creí que sería un lugar seguro, en la mañana salimos del sótano donde nos refugiábamos, Clara no quería salir, pero teníamos que hacerlo, ya no obteníamos comida y nos estábamos muriendo de hambre, yo propuse venir a la bodega, trabaje hace unos años en el centro comercial, sabia como entrar y creía que era seguro.
La barra que puse para atrancar la puerta está cediendo, ya veo las putrefactas manos de esas cosas intentando alcanzarme, para desgarrar mi carne con sus asquerosos dientes. Aprieto el revolver fuerte entre mis manos, sólo tengo una bala, tal vez le de al primero, en cuanto tumben la puerta, un disparo directo en la cabeza, pero... ¿Y los demás?
¡Demonios nada más una puta bala!
Miro a Clara tan tranquila, tan hermosa... la puerta cede más, el olor de esos no-muertos impregna toda la bodega. La observo de nuevo tan placidamente dormida... jalo el gatillo.
Los zombies entran, ya no importa, Clara sigue dormida, no sentirá más dolor, malditos perros... vengan por mí.
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